Abstract:
Sería temerario, por no decir irrazonable, pretender explicar de un modo perfecto cómo la omnipotencia divina, que hace todo lo que quiere sin encontrar nunca trabas, se concilio con la libertad del hombre quien siempre dependiendo de la voluntad divina, queda sin embargo como verdadero árbitro de su propia voluntad. He ahí una de las dificultades cuya solución completa hay que siquiera intentarlas.